Destacado
sociólogo francés quien fue uno de los principales continuadores de la obra de
Durkheim y un gran crítico del sistema educativo. Castillo (2012, p.57) señala
que los trabajos de Bourdieu se enfocaron a la transmisión cultural (como en su
obra “La Reproducción. Elementos para una Teoría del Sistema de Enseñanza”). En
tal obra hace referencia a la transmisión de los valores culturales entre las
clases sociales y cómo es que la burguesía se reproduce dentro de un mismo
contexto cultural.
PIERRE
BOURDIEU
(1930-2002)
La
sociología de la educación es uno de los aspectos más conocidos de la obra de
Bourdieu. En lugar de concebir su trabajo en este campo con una contribución a
un área especializada de la sociología, resulta más adecuado considerarlo como
una extensión de su teoría de la práctica para construir una teoría de la
violencia simbólica, por un lado, y una teoría general de la reproducción
social en las sociedades industriales avanzadas, por otro.
Antes de
entrar en la que, sin duda, es su obra cumbre en sociología de la
educación, La reproducción, haremos mención a una obra previa, de
los años sesenta, titulada Los estudiantes y la cultura (estas
dos obras fueron escritas en colaboración con Jean Claude Passeron). Se trata
de un trabajo sobre los estudiantes universitarios franceses en la década de
los sesenta. Aquí analizan en qué consiste el privilegio universitario y qué es
lo que valora la enseñanza superior.
Los
estudiantes más favorecidos aportan hábitos, modos de comportamiento y
actitudes de su medio social de origen que les son enormemente útiles en sus
tareas escolares. Heredan saberes y un savoir faire, gustos y un
buen gusto cuya rentabilidad escolar es eficacísima. El privilegio cultural se
hace patente cuando tratamos de averiguar el grado de familiaridad con obras
artísticas o literarias, que solo pueden adquirirse por medio de una asistencia
regular al teatro, a museos o a conciertos.
Diferencias
no menos notables separan a los estudiantes, en función del medio social, en la
orientación de sus aficiones artísticas. Sin duda alguna los factores de
diferenciación social pueden, en algunas ocasiones, anular sus efectos más
ostensibles y el pequeño burgués es capaz de compensar las ventajas que
proporciona a los estudiantes de clase alta la familiaridad con la cultura
académica. Cualquier clase de enseñanza presupone implícitamente un conjunto de
saberes, una facilidad de expresión que son patrimonio de las clases cultas
La
reproducción está
escrita en un lenguaje oscuro y abstracto. El libro se presenta como una
sucesión de proposiciones y sus correspondientes comentarios. La escuela ejerce
una violencia simbólica sobre sus usuarios. La violencia simbólica es la
imposición de sistemas de simbolismos y de significados sobre grupos o clases
de modo que tal imposición se concibe como legítima. La legitimidad oscurece
las relaciones de poder, lo que permite que la imposición tenga éxito. En la
medida en que es aceptada como legítima, la cultura añade su propia fuerza a
las relaciones de poder, contribuyendo a su reproducción sistemática. Esto se
logra por medio de la meréconnaissance, el proceso mediante el cual
las relaciones de poder se perciben no como son objetivamente, sino como una
forma que se convierte en legítima para el observador. La cultura es arbitraria
en su imposición y en su contenido. Lo que denota la noción de arbitrariedad es
que la cultura no puede deducirse a partir de que sea lo apropiado o de su
valor relativo. Ciertos aspectos de la cultura no pueden explicarse a partir de
un análisis lógico ni a partir de la naturaleza del hombre. En occidente el
matrimonio es monógamo, en otras sociedades es polígamo.
El sustento
principal del ejercicio de la violencia simbólica es la acción pedagógica, la
imposición de la arbitrariedad cultural, la cual se puede imponer por tres
vías: la educación difusa, que tiene lugar en el curso de la interacción con
miembros competentes de la formación social en cuestión (un ejemplo del cual
podría ser el grupo de iguales); la educación familiar y la educación
institucionalizada (ejemplos de la cual pueden ser la escuela o los ritos de
pasaje).
Todas las
culturas cuentan con arbitrariedades culturales. Consecuentemente, con el
proceso de socialización, se adquieren arbitrariedades culturales. En una
sociedad dividida en clases co-existen distintas culturas. El sistema educativo
contiene sus propias arbitrariedades culturales, las cuales son las
arbitrariedades de las clases dominantes. La consecuencia de esto es que los
niños de las clases dominantes, a diferencia de los de las clases dominadas,
encuentran inteligible la educación.
Bourdieu
explica la implicación de la idea de la arbitrariedad cultural para la
enseñanza. Toda enseñanza, en la escuela o en el hogar, descansa en la
autoridad. La gente debe aceptar el derecho de aquella persona que tiene
autoridad a hacer o decir cosas, o de otro modo esta autoridad se desvanece. Es
así como en la escuela los alumnos han de aceptar el derecho del profesor a
decirles lo que han de estudiar. Esto tiene una serie de implicaciones para el
profesor. El docente cuenta con una serie de límites sobre lo que legítimamente
puede enseñar. No puede dedicarse a contar chistes en exclusiva. Esto ocurre
también en el resto de las instituciones culturales. Por ejemplo, si el Papa
dijera que Dios no existe se quedaría sin empleo: habría salido fuera de los
límites de la arbitrariedad cultural de los católicos.
Dado que,
desde el punto de vista de Bourdieu, las arbitrariedades culturales de la
educación son las de las clases dominantes, son estas las que determinan qué
cae dentro de los límites de la educación legítima. Por tanto, la educación no
es un juez independiente: los criterios para juzgar a los alumnos están
determinados por la cultura de las clases dominantes, cultura que resulta
modificada hasta cierto punto por el sistema educativo.
Existe una
división del trabajo en el seno de la clase dominante entre aquellos agentes
que poseen el capital político y económico y aquellos que poseen el capital
cultural, y sugiere que mientras que el primero es dominante, el segundo tiene
un cierto grado de independencia, especialmente dado su grado de control sobre
el sistema educativo, el cual es el principal instrumento de la reproducción
cultural. Por tanto, los sistemas simbólicos están doblemente determinados por
las presiones que derivan, por un lado, del campo intelectual y, por otro, de
la clase y fracciones de clase cuyos intereses se expresan en la forma y
contenido del poder simbólico.
El sistema
educativo reproduce perfectamente la estructura de la distribución del capital
cultural entre las clases, debido a que la cultura que transmite está mucho más
próxima a la cultura dominante y a que el modo de inculcación al que recurre
está más cerca del modo de inculcación practicado por la familia de las clases
dominantes.
La acción
pedagógica, al reproducir la cultura con toda su arbitrariedad, también
reproduce las relaciones de poder. La acción pedagógica implica la exclusión de
ciertas ideas como impensables, así como su inculcación. La autoridad
pedagógica es un componente necesario o condición para una acción pedagógica
exitosa. La autoridad pedagógica es tan fundamental que a menudo se identifica
con la relación primordial o natural entre el padre y el hijo. La autoridad no
es uniforme en todos los grupos sociales. Las ideas ejercen efectos distintos
cuando se encuentran ante disposiciones preexistentes. Esto significa que el
éxito diferencial de la acción pedagógica está, en primer lugar, en función de
que cada grupo o clase tiene un distinto ethos pedagógico. Con esto Bourdieu se
refiere a una disposición hacia la pedagogía o la educación que es resultado de
la educación familiar y un reconocimiento de la importancia concedida a la
educación. Por ejemplo, la legitimidad de la educación para muchos de los
chicos de clase obrera está en función de los empleos que puedan conseguirse
con las credenciales educativas.
Debido a la
importancia del trabajo pedagógico, la acción pedagógica precisa tiempo y
requiere consistencia, distinguiéndose de este modo, de otras formas de
violencia simbólica (como, por ejemplo, la del predicador o la del profeta). En
consecuencia, las agencias pedagógicas son de mayor duración y estabilidad que
otras agencias de violencia simbólica. Toda acción pedagógica es objetivamente
una violencia simbólica en tanto que imposición, por parte de un poder arbitrario,
de una arbitrariedad cultural. La función o efecto a largo plazo del trabajo
pedagógico es, al menos en parte, la producción de disposiciones que generan
las respuestas correctas a los estímulos simbólicos que emanan de las agencias
dotadas de autoridad pedagógica.
Buenos días Abigail Jarquin. Excelente tu trabajo. Buen día!
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